Así se veía a los homosexuales hace 100 años, en 9 recortes de prensa

Hoy en día, solo algunos periódicos o tertulias rancias siguen defendiendo que la homosexualidad sea una enfermedad. Pero en los años 20 o 30 del siglo XX, ser homosexual se consideraba uno de los peores males que podía tener una persona, y las posiciones más progresistas en aquel momento eran las de desear una cura.

Hemos querido bucear en la hemeroteca para descubrir qué se decía de los homosexuales en los periódicos del primer tercio del siglo XX.

Los invertidos y los pervertidos (1908)

Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional

Comenzamos con este recorte de 1908 publicado en la revista de medicina Revista de especialidades médicas. Se trata de la investigación de un tal doctor Crocq que distinguía dos tipos de homosexuales: por un lado, los invertidos u anormales, que tienen «horror a la mujer», y por otro, los depravados o pervertidos, que en realidad son heterosexuales, no rechazan a la mujer, pero se dan al vicio. Lo que hoy llaman a veces heteroflexible. Y por eso cuando se van con hombres buscan, según el doctor, a los más afeminados.

Lo bueno de la teoría de Crocq es que también vale para las lesbianas. Entre las mujeres homosexuales distingue entre invertidas verdaderas (digamos, bolleras pata negra) y las viciosas. Las que lo hacen por fastidiar, vamos.

La culpa es de los padres (1928)

Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional.

Estamos en 1928, y en el diario La Libertad, de nuevo tenemos a un doctor hablando de homosexualidad. No es extraño: en esta época el movimiento gay no existía, y la homosexualidad se trataba como la enfermedad que se creía que era.

En este recorte, un doctor nos comenta las causas de que haya gente que pierda más aceite que la furgoneta de Locomía. Al parecer hay dos «momentos decisivos»: uno sobre los cinco años, cuando el niño empieza a buscar placer fuera de su cuerpo y desarrolla el complejo de Edipo (ellos) o el de Electra (ellas). Y claro, si el niño se cría en una casa en la que la mujer hace tareas masculinas (y en los años 20 esas podían ser cosas como trabajar, fumar o pensar por sí misma) pues se lía y se vuelve gay.

La segunda fase es en la adolescencia: una educación equivocada puede hacer que el niño desarrolle sus «cualidades femeninas», y de ahí a acabar comprando entradas para el próximo concierto de Mónica Naranjo solo hay un paso.

Una pequeña defensa de los homosexuales (1929)

Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional.

Avanzamos un año. En 1929 un crimen conmociona al país, y el principal acusado es homosexual. El diario La Nación, de tendencia bastante conservadora, se hace eco de unas escandalosas palabras: el profesor de derecho Luis Jiménez de Asúa dice que no es justo que las leyes castiguen con más dureza algunos delitos si el acusado es homosexual, y de hecho explicaba que este tipo de persecución legal podía ser la causa de que muchos invertidos frecuentasen malas compañías. Y claro, en este recorte le critican todo lo criticable por atreverse a hacer una mínima defensa de los homosexuales.

Jiménez de Asúa en aquella época estaba enfrentado al dictador Primo de Rivera por protestar contra el trato que la dictadura había dado a Miguel de Unamuno. Años después, durante la II República, sería diputado por el PSOE, e incluso entre 1962 y su muerte en 1970 sería el presidente de la República Española en el exilio.

Aunque hoy suene rancio, en los años 30 defender que el código penal fuese igual para todos (aunque consideres que la homosexualidad es una enfermedad) era posiblemente la posición más avanzada que se podía encontrar.

Esta posición también era compartida por el penalista argentino Fidel Agüero en una entrevista en el diario El Mañana en 1930:

Homófobos y anticlericales (1932)

En el diario La Tierra, ya en 1932, encontramos este curioso anuncio de un libro anticlerical que narra la vida de Jesucristo como un «mal hijo, mal hermano, hombre aborrecible, mala persona y homosexual». Porque cualquier retahíla de insultos mejora añadiendo la coletilla de «homosexual«.

Nazis gays (1934)

En 1934, Hitler se convierte en presidente de Alemania y el diario Heraldo de Madrid publicaba un amplio reportaje sobre los «hechos repugnantes» del partido nazi, entre los que se encontraba un oficial llamado Heinz que había sido encontrado en la cama con otro hombre.

Pobrecito enfermo (1934)

Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional.

En noviembre de 1934, un joven de 25 años con el pseudónimo de Pobrecito escribía a la sección Estafeta Cordial de la revista Crónica para pedir consejo. Su problema: se sentía atraído por otros hombres.

La situación es verdaderamente triste leída hoy, ya que el pobre chaval se siente un enfermo y lo único que quiere es «curarse», no quiere tener relaciones con otros hombres pero tampoco casarse con una mujer y tener hijos, ya que cree que la homosexualidad podría ser hereditaria. La encargada de la sección no le da ningún consejo más allá que compadecerse de él por esa «monstruosa» deformidad de la Naturaleza.

Meses después, la revista publicaba unas respuestas que habían llegado a la redacción con otros lectores que aconsejaban a Pobrecito:

Los fascistas se pasan el día fornicando entre ellos (1938)

Durante la guerra civil, ambos bandos se acusaban entre sí de cosas horribles, y en aquella época la homosexualidad era considerada una de ellas. En la zona republicana, los chistes sobre la presunta homosexualidad de Franco eran muy comunes… y no hay que mencionar las medidas que tomó el gobierno de la dictadura, introduciendo a los gays en la ley de vagos y maleantes de la República.

En este artículo de Mi Revista en 1938 se considera al fascismo un «Régimen contra natura» que era «la Universidad y la universalidad del homosexualismo», eso sí, con la excepción de Mussolini que no parece presentar «desviación».